Mientras sucedía grandes cambios en Alemania, se estaba gestando otra obra de Dios igualmente notable y totalmente independiente en otro lugar de Europa. Tuvo lugar en Suiza, y el instrumento escogido por Dios fue Ulrico Zuinglio, que era sacerdote de Roma. Lo mismo que Lutero, Zuinglio había abierto los ojos pronto a los lamentables males del papado, y, simultáneamente con esto, gracias a la sabia enseñanza del célebre Thomas Wittembach, aprendió la importante doctrina de la justificación por la fe, y se dio cuenta, para su asombro, de que la muerte de Cristo era la única redención de su alma. Al profundizar en este conocimiento mediante el cuidadoso estudio de las Escrituras, Zuinglio expresó abiertamente sus ideas acerca de las cuestiones eclesiásticas, y miles iban a oírle. Su mensaje era nuevo para sus oyentes, y él lo expresaba en un lenguaje que todos podían comprender, y el pleno y claro evangelio que él predicó tuvo resultados eternos. Era grande su fe en el poder convertidor de la palabra, aparte de cualquier esfuerzo del hombre por explicarla, mientras que sus respuestas apacibles y modestas a menudo desarmaban a sus adversarios. A este respecto, contrasta notablemente con el rudo y tormentoso Lutero. Se debería observar que Zuinglio comenzó a predicar el evangelio un año antes que el nombre de Lutero hubiera siquiera llegado a Suiza, de modo que, como dijo él mismo, "no fue de parte de Lutero que aprendí la doctrina de Cristo, sino de la Palabra de Dios."Diferencias entre Lutero y ZuinglioSin embargo, había una interesante diferencia entre las enseñanzas de estos dos destacados reformadores. Zuinglio mantuvo abiertamente que todas las observancias religiosas que no pudieran ser halladas en la Palabra de Dios, o demostradas por ella, debían ser abolidas. En cambio, Lutero, deseaba mantener en la iglesia todo lo que no fuera directa o expresamente contrario a las Escrituras. Incluso quería quedarse unido a la iglesia de Roma, y se hubiera contentado con purificarla de todo lo que estaba opuesto a la Palabra de Dios. La idea del reformador suizo era la restauración de la iglesia a su simplicidad original. No daba autoridad absoluta a nada que hubiera sido escrito o inventado desde los tiempos de los apóstoles.Avances en SuizaA su debido tiempo, el Papa recibió las alarmantes noticias del movimiento en Suiza, pero en lugar de hacer tronar sus anatemas contra Zuinglio, como había hecho -y seguía haciendo- contra Lutero, cambió de táctica, escribiéndole a Zuinglio una carta muy halagadora, ofreciéndole todo lo que estaba en su mano excepto el trono de San Pedro. Pero Zuinglio no desconocía las argucias de Roma, y no dejó de darse cuenta del sutil intento de acallar su voz. Al haber rechazado la mano tendida, pero engañosa, del Papa Adriano, la Reforma en Suiza fue ganando terreno, dando Dios abundantes pruebas de Su mano poderosa en la gran obra. Se aprobó un decreto para la abolición de las imágenes, fue abolida la misa, y se acordó que la Eucaristía debía ser celebrada en conformidad a su institución por Cristo. Más notable aun, y quizá el golpe más terrible de todos para Roma, fue la conversión de muchas de las monjas, y su petición al gobierno para que se les permitiera abandonar el convento. De esta manera, y principalmente como fruto de las inagotables tareas de Zuinglio, las doctrinas de la Reforma se extendieron con increíble rapidez, y al cabo de pocos años el culto reformado estaba firmemente establecido en los tres grandes centros de Zurich, Basilea y Berna.El error de Zuinglio y su muerte, 1531Pero lamentablemente Zuinglio pareció incapaz de esperar hasta que el poder atrayente de la gracia de Dios trajera a todo el país bajo la influencia de la fe reformada. Aunque seguía siendo un sincero cristiano y ferviente reformador, accedió a asumir el carácter de un político, lo cual, a su vez, lo llevó a tomar las armas para defender la verdad que tan querida le era a su corazón. El resultado fue desastroso. Zuinglio mismo, como capellán del ejército, cayó muerto en batalla.Revés en SuizaLa Reforma en Suiza quedó así tan lamentablemente apartada del buen camino que la restauración del papismo comenzó de inmediato. Pero los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables, y aunque la 9obra en Suiza quedó temporalmente frenada debido a la infidelidad humana, iba a ser establecida más firmemente que nunca pocos años después por medio de... Juan Calvino.
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